La eficiencia energética está de moda. Se ha convertido en uno de los mecanismos más importantes para aumentar la competitividad de las empresas, bajar costos de operación y contribuir a mitigar el calentamiento global al reducir la emisión de gases de efecto invernadero.

Para empezar, me gustaría definir la eficiencia energética, como la acción de producir la misma cantidad de trabajo, producto o servicio, empleando la menor cantidad de energía posible y produciendo el mínimo impacto ambiental, sin sacrificar nunca la calidad del producto y/o el bienestar del cliente final.

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Existen dos formas de aumentar la eficiencia energética en una empresa, ambas prácticas no son excluyentes entre sí. La primera, es mediante la gestión energética: adopción de políticas de consumo, mantenimiento constante de los activos eléctricos y el uso de instrumentos de medición, que permitan llevar la trazabilidad en los procesos. La segunda, es haciendo recambio de equipos por unos con tecnología de alta eficiencia en el consumo de energía.

La medida inicial tiene un menor costo, y con resultado a mediano plazo, pero requiere de un mayor esfuerzo para que sea una solución que perdure en el tiempo. La segunda, necesita una inversión alta y los resultados son inmediatos. Sin embargo, sin una adecuada gestión y monitoreo de estos activos, se puede llegar, en un corto periodo, a los mismos niveles de consumo energético.

Teniendo en cuenta estos aspectos, la gestión es la opción más acertada para lograr que la eficiencia energética sea sostenible, ya que hace un diagnóstico de todos los procesos que más consumo presentan y a partir de ahí, se generan estrategias para mejorar la competitividad; y es aquí donde cobra relevancia las mediciones y su seguimiento en el tiempo.

Usar internet de las cosas (IoT por sus siglas en inglés), en procesos de gestión energética, facilita enormemente esta labor, al lograr, por ejemplo, el almacenamiento instantáneo de toda la data generada por las variables medidas en el proceso, para ser consultada en tiempo real desde cualquier dispositivo conectado a internet.

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De la misma manera, un sistema de gestión energética IoT no se limita solamente a la medición de variables, también permite crear redes de sensores, sean estos de temperatura, humedad, apertura, o cualquiera que se necesite para generar alertas y acciones en cada una de las etapas del proceso, permitiendo ahorros de tiempo y dinero tanto en la producción como en el mantenimiento.

Estos son los principales beneficios de la gestión energética IoT:

  • Monitoreo en tiempo real de variables sensibles y generación de alertas cuando estas salen de un rango específico.
  • Acceder a indicadores de los diferentes activos conectados al sistema.
  • Tener la posibilidad de actuar, en tiempo real, ante cualquier cambio en la cadena de producción.
  • Centralización de los procesos en una sola plataforma para facilitar el seguimiento y control de la información.
  • Monitoreo de consumo eléctrico de cada proceso y almacenaje de información para posterior análisis.
  • Control a distancia de maquinaria o proceso.

Implementar un plan de gestión energética al interior de una empresa puede traer grandes beneficios, y si a eso le sumamos, el aporte de internet de las cosas, los resultados son más significativos, fáciles de administrar y replicar en el tiempo.

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